Con la Bandera y la palabra
Un 20 de junio de 1979, día de nuestra Bandera, mi sentido padre (juez y hombre de apego al sentimiento nacional) me escribió una carta, la cual recibí estando en precompetencia, en San Juan de Puerto Rico…
Un 20 de junio de 1979, día de nuestra Bandera, mi sentido padre (juez y hombre de apego al sentimiento nacional) me escribió una carta, la cual recibí estando en precompetencia, en San Juan de Puerto Rico, días antes de nadar los 1.500 metros libre, en el desarrollo de los VIII Juegos Panamericanos. Algunas frases, decían:
Con esta actividad realicé nueve viajes al Viejo Continente y también conocí otros países americanos. Y recuerdo que siempre me ponía algo de "identidad argentina".
Entre los recientes días del Mundial de Alemania y esta carta de mi padre, se me ocurrió reflexionar sobre nuestra identidad. ¿Dónde está, por qué se pierden estos valores? Creo que "símbolos y significados", como la Bandera y la palabra, nos ayudan a que nos respetemos más, a unirnos, con el sentido de mejorar el país, a través de una mejor educación, salud, dignidad, buenos métodos de trabajo, y un complejo desarrollo deportivo para todos, con el objetivo de adquirir una mejor calidad de vida.
Que la Bandera flamee en nuestros corazones, y en todo nuestro país, la Argentina, con la misma energía que nos regalan las cataratas del Iguazú, como la supremacía del azul Nahuel Huapi, acompañado de esas blancas y altas cumbres cordilleranas, donde muchos lucharon por lo que más apreciamos: la libertad.
Alejandro Matías Lecot.
alejandrolecot@yahoo.com
Nota: http://www.clarin.com/suplementos/cartas/2006/08/06/CartasEscuchar.htm#1190405
EL COMENTARIO
¿Y por qué no lo intentamos?
Un ex deportista argentino de alta competencia nos plantea un desafío infrecuente, como el de establecer una relación diferente con los símbolos patrios. Distinta de la rutina de las fiestas escolares y de las campañas de apropiación con fines promocionales.
Vale aclarar que su carta no es una respuesta a la del domingo anterior, porque fue escrita con anterioridad a que se publicara el texto de Nicolás Diana. Pero igual pone el dedo en la llaga acerca de cierta timidez que mostramos a la hora de reivindicar el sentimiento patrio. Salvo, claro, en los Mundiales cuando la "fiebre argentina" se transforma en un contagioso fasto colectivo.
No se trata de atrincherarse en un nacionalismo defensivo o cobijarse en los reflejos del patrioterismo a ultranza, que encubren a veces posiciones de ideología extrema. Sino de sentirnos bien argentinos más allá de las gestas deportivas.
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